Hemos creado este blog con la intención de formar una nueva comunidad de Historia de la época antigua. Este blog estará compuesto por Marina G. y YO, Jesús Núñez.

Querríamos que comentáseis y nos digáis vuestra opinión,no hace falta que pongáis nombre,solo con anónimo basta. También hemos incorporado tres posibles opciones por si no os apetece de comentar,elegís la opción Divertido Interesante o Guay y sabremos que os a parecido. Hay unas encuestas en el lado derecho. Si comprobamos que hay mucha participación,haremos concursos,que os resultarán interesantes y divertidos. De vez en cuando,subiremos posibles películas que estén guays como recomendaciones.Cualquier idea o posible mejora del blog contactar con ---> losojosdecristal@hotmail..com Esperamos que os guste y participéis mucho. Un beso. =)

30 dic 2012

Roma


- Roma -


Roma es, en la mitología romana, una diosa que personifica la ciudad o estado de Roma, principalmente en el arte de la Antigua Roma, como deidad según algunas fuentes enciclopédicas es hija de Esculapio.

También ocasionalmente se cita a una heroína de igual nombre, Roma, que sería la hija de Eneas o Evandro la cual posiblemente según relatos e hipótesis inspiró el nombre que Rómulo puso a la ciudad de Roma. Probablemente ambos personajes se inspirasen o sean el mismo. O incluso, fueran en realidad Rea Silvia, la madre de Rómulo y Remo, aunque los datos no son precisos y son más bien especulaciones.

Aun así diversos estudios sobre la lingüística de la época parecen darle a la ciudad el significado de «río»; Roma en ese caso significaría «el pueblo sobre el río».

- Esculapio -

 Esculapio para los romanos, fue el dios de la Medicina y la curación, venerado en Grecia en varios santuarios. El más importante era el de Epidauro en el Peloponeso donde se desarrolló una verdadera escuela de medicina. Se dice que la familia de Hipócrates descendía de este dios. Sus atributos se representan con serpientes enrolladas en un bastón, piñas, coronas de laurel, una cabra o un perro. El más común es el de la serpiente, animal que, según los antiguos, vivía tanto sobre la tierra como en su interior. Asclepio tenía el don de la curación y conocía muy bien la vegetación y en particular las plantas medicinales.

28 dic 2012

Trajano primer emperador hispano

Marcus Ulpius Traianus, Itálica, Santiponce, junto a la actual Sevilla, 18 de septiembre de 53, fue el primer emperador no italico ( que no habia nacido en la peninsula italica) y fué el quien inicio la dinastia Antonina. Sucedió al emperador Nerva en el año 98. Como administrador civil, Trajano es conocido sobre todo por su amplio programa de construcción de edificios públicos, que reformaron la ciudad de Roma y dejó numerosos monumentos perdurables como el foro de Trajano, el mercado de Trajano y la Columna Trajana. Sin embargo, fue como comandante militar por lo que celebró sus mayores triunfos. En 101, lanzó una expedición punitiva contra el reino de Dacia gobernado por el rey Decébalo, derrotando al ejército dacio cerca de Tapae en 102, y finalmente conquistó Dacia completamente en 106. En 107, Trajano fue más al Este y se anexionó el reino nabateo, estableciendo la provincia de Arabia Pétrea. Después de un período de relativa paz dentro del Imperio, lanzó su campaña final en 113 contra Partia, llegando hasta la ciudad de Susa en 116, y alcanzando con ello la máxima expansión del Imperio romano en toda su historia. Durante esta campaña, Trajano enfermó y falleció mientras volvía a Roma. Fue deificado por el Senado y sus cenizas se enterraron bajo la Columna Trajana. Su nombre completo a su muerte era: IMPERATOR • CAESAR • DIVI • NERVAE • FILIVS • MARCVS • VLPIVS • NERVA • TRAIANVS • OPTIMVS • AVGVSTVS • FORTISSIMVS • PRINCEPS • GERMANICVS • DACICVS • PARTHICVS • MAXIMVS. Finalmente muere el 9 de agosto del 117, su sucesor fué Adriano, sobrino de Trajano.

14 dic 2012

Nike


 Era capaz de correr y volar a gran velocidad, aparte de lo cual no se le atribuían otras cualidades extraordinarias. Se la consideraba simplemente como portadora de buena suerte, y solía estar asociada con algún otro dios. De hecho, se le representaba a menudo como una pequeña escultura alada en la mano de otro dios más importante, como Zeus o Atenea.


Se la consideraba hija de Zeus, no obstante tras la batalla de Salamina (480 a. C.) a menudo se la asociaba y se la creía idéntica a Atenea, siendo Niké un apodo suyo que significa «victoriosa». Otra versión la hacía hija del titán Palas y de Estigia, siendo hermana entonces de Bía (la Violencia), Zelo (el Fervor) y Cratos (la Fuerza).

Destaca su templo en la Acrópolis de Atenas. Suele aparecer representada con alas y portando una palma o una guirnalda de laurel. Representaciones conocidas de Niké son la llamada Victoria de Samotracia (actualmente en el museo del Louvre) y la pequeña estatua en la mano del Zeus de Olimpia.
Su equivalente en la mitología romana era Victoria.

Nike

Apagóse la queja del herido 
cuando la muerte lo besó en la frente, 
y el vencedor mezcló el grito estridente 
al llanto doloroso del vencido.

El campo ensangrentado, entretejido 
de escudos, yelmos, lanzas, de repente 
percibe el aleteo intermitente 
de la Victoria en vuelo descendido.

Los pliegues de la túnica, rizados 
por los múltiples dedos de  la brisa, 
se ciñen a su cuerpo de mujer...

En mis combates, por amor librados, 
tratando de apropiarme tu sonrisa, 
su imagen victoriosa quiero ver.

Así Nike, la victoria, simboliza el triunfo en la guerra y también la participación triunfante en la vida 
civil. Es una divinidad pacífica aparece frecuentemente relacionada con Atenea (Minerva), a veces 
como epíteto de esta diosa. 


LEYENDA

Celebre escultura obra maestra del estilo helenístico (fin del siglo VII a. C.) El mármol griego 
original. Estaba hecha pedazos cuando la encontraron en 1863 en la isla de Samothrace. La posición de los brazos de la Victoria es objeto de discusión, pero un descubrimiento reciente prueba que una de las manos tendida hacia un ademán de victoria. Como la estatua se encuentra colocada en la proa de una galera de piedra, se cree que la destinaban a conmemorar una victoria naval. El creador de esta obra dinámica utilizó un tema conocido desde el siglo V a. C. de la victoria. Nike en griego simbolizada por una mujer con alas tratado como una figura de proa azotada por el viento; pero gracias a su ingenio transfiguró el motivo antiguo. Hizo este cuerpo poderoso y fogoso que va a la conquista de los mares. 
En el descansillo de la escalera a la derecha de la Victoria, hay una pequeña vitrina en que está la mano de la estatua. 
Se descubrio esta mano (palma y fragmento anular) en 1950 en el mismo sitio en que se habían encontrado los otros fragmentos de la estatua. Se supo después que un pulgar y la parte inferior de un anular, conservados en Viena se adaptaban a la mano que se encuentra en Samothrace. Es gracias a un intercambio que esta mano entró en las colecciones del Museo del Louvre. (Paris)


7 nov 2012

Apolo y Dafne



 Cantar de Apolo y Dafne los amores,  
 sin más ni más, me vino al pensamiento.  
 Con licencia de ustedes, va de cuento.  
 ¡Vaya de historia, pues, y hablemos culto!;  
 pero ¿cómo los versos dificulto?,  
 ¿como la vena mía se resiste?,  
 ¡qué linda bobería!,  
 pues a fe que si invoco mi Talía
 que no le dé ventaja al más pintado.  
 Ya con ella encontré, mi Dios loado.  


 Señora doña Musa, mi señora,  
 sópleme vuesasted muy bien ahora;  
 que su favor invoco  
 para hacer esta copla;
 y mire vuesasted cómo me sopla.  


 Érase una muchacha con mil sales,  
 con una cara de a cien mil reales,  
 como así me la quiero,  
 más peinada y pulida que un barbero;  
 y en esto que llamamos garabato  
 la gente de buen trato  
 tenía la mozuela gran donaire;  
 pudiera ser poeta por el aire.  


 Aquí es obligación, señora Musa,  
 si ya lo que se usa no es excusa,  
 el pintar de la ninfa las facciones,
 y pienso comenzar por los talones,  
 aunque parezca mal al que leyere;  
 que yo puedo empezar por do quisiere.  
 Y aunque diga el lector de mi pintura  
 que por el tronco sube hasta el altura;  
 que a nadie dé congojas  
 que yo empiece la ninfa por las hojas,  
 supuesto que son míos  
 estos calientes versos o estos fríos;  
 y el poeta más payo  
 de sus versos bien puede hacer un sayo.  


 Era el pie (yo le vi) de tal manera...  
 ¡vive Cristo, que miento; que no era!,
 porque, por lo sutil y recogido,  
 nunca ha sido este pie visto ni oído.  
 Era, en efeto, blanco y era breve...,
 ¡oh, qué linda ocasión de decir nieve  
 si yo fuera poeta principiante!  


 Llevando nuestros cuentos adelante,  
 y haciendo del villano,  
 me pretendo pasar del pie a la mano,  
 cuyos hermosos dedos
 (esta vez los jazmines estén quedos,  
 y pongámosles fines,  
 enmendémonos todos los jazmines,  
 y el que así no lo hiciere,  
 y ser poeta del abril quisiere,
 probará de las gentes los rigores;  
 y a fe que allá se lo dirán de flores).  
 Era, en fin, de cristal belleza tanta...  


 ¡Pues no monda cristales la garganta!  
 porque tiene la tal de bienes tales  
 hasta tente garganta de cristales;  
 mas, al contrario, su boquilla es poca...  
 (vamos con tiento en esto de la boca,  
 que hay notables peligros carmesíes,  
 y podré tropezar en los rubíes,  
 epítetos crüeles);  
 ¡qué cosquillas me hacen los claveles!,  
 porque a pedir de boca le venían;  
 mas claveles no son lo que solían,  
 ni en los labios de antaño
 no hay claveles hogaño;  
 pero, para decirles su alabanza,  
 conceptillo mejor mi ingenio alcanza,  
 y tanto, que con otro no se mide:  
 es tan linda su boca, que no pide.  


 Otro escalón subamos más arriba  
 y mi pluma describa  
 sus mejillas hermosas;  
 Jesús, Señor, ¡qué tentación de rosas!,  
 ¡qué notable vocablo!,  
 tentarme de botica quiere el diablo;  
 Apolo sea conmigo,  
 y me libre de modos tan perversos.  
 Rosa, y no por mis versos.
 Vaya la rosa, váyase a la selva,  
 sobre el prado se ensuelva;  
 porque pintar con rosas los carrillos  
 eso llega a ser treta  
 de poetas de teta,  
 y a la ninfa que pinto  
 a dos por tres cualquiera murmurara  
 que le echaba rosas a la cara.  
 No quiero en las mejillas rosas bellas;  
 que da cámaras sólo con olellas.
 Por eso de las rosas no me valgo;  
 vayan las rosas a espulgar un galgo.  
 No las han menester estas mejillas;  
 porque, para decir sus maravillas,  
 basta decir que están, por lo encarnadas,  
 como de haberles dado bofetadas;  
 que es éste el arrebol que las colora.  


 Sin duda las narices van ahora,  
 cuyos bellos matices...
 (Dios me saque con bien de las narices)  
 tienen buen colorido,
 y aunque yo su medida no he medido,  
 hablando por barruntos,  
 calzará la nariz sus cinco puntos;  
 que ya por descarnada y por la hechura  
 tenía esta hermosura
 (si tengo de decillo)  
 por narices el miércoles corvillo.  


 Ahora falta lo mejor de todo:  
 los ojos van ahora.  
 Yo seré un tal por cual si digo aurora,  
 ténganme por rüin si digo albas
 y por poeta que nací en las malvas.  
 Los luceros también ya se acabaron;  
 en materia de ojos expiraron
 modos tan lisonjeros;  
 tenga Dios en el cielo a los luceros;
 que los ojos de Dafne, por mejores,  
 azabache me fecit, mis señores.  
 De la Etiopía son sus niñas bellas;  
 ¿mas que temieron que dijera estrellas?


 Paso adelante, y déjome las cejas,
 aunque son extremadas;  
 dénlas vuesas mercedes por pintadas,  
 pues no es fuerza que yo lo pinte todo,  
 y ahora ignoro el modo  
 de dibujar su exceso,  
 y den gracias a Dios que lo confieso;  
 que pudieran, y es fácil, encontrarse  
 con poeta que no lo confesase.


 Componiendo las tres ánades, madre,
 a la frente he llegado;  
 gracias a Dios que no las he cantado,  
 y que las desdichadas  
 una vez han salido de cantadas.  
 En fin, tarde o temprano,  
 ya la frente tenemos en la mano;  
 díganme: Dios te ayude,  
 aunque lo quiten cuando yo estornude;  
 que hay su dificultad en lo que digo.  
 Vaya el lector conmigo,  
 y si no quisiere ir, que nunca vaya;  
 que, en efeto, hace raya  
 a cuantas frentes hay la frentecilla.  
 Ya me obligo a decirle maravilla
 por sólo el consonante,  
 y por lo mismo la diré diamante.  


 Cuantas frentes yo he visto y cuantas trato  
 no son a su zapato;  
 porque la dicha está limpia y serena,  
 con sus ciertos humillos de azucena.  
 Dije azucena; en fin, no pude menos;  
 que el concepto me vino de a paleta;  
 y así, ningún poeta,  
 aunque sea el mejor de los mejores,  
 diga: «No beberé de aquestas flores.»  


 Llevaba su perico, y bien arguyo,  
 que no es poca alabanza decir suyo;  
 que hay perico tan vano, que blasona  
 que desciende de un muerto su persona,  
 y esto es de manera,  
 que, llegándome ayer a una mollera,  
 me dio un tufo de kyries el cabello,    
 con ponerme de lejos para olello,  
 y de responsos rancios y podridos  
 saqué encalabriados los sentidos;
 mas, como la piedad en mí no falta,  
 a su lado me puse, y en voz alta  
 a todos les suplico  
 que den para enterrar aquel perico.  


 Mas vamos al intento:  
 Era la ninfa como se los cuento  
 y al modo que mi pluma la retrata;  
 ¿quién le quita, si es bella, el ser ingrata?  
 Como quitarlo del altar sería:
 tuvo una condición como una tía.  
 Pudiera un ermitaño, si quisiera  
 pasar áspera vida y muy austera,  
 buscando el mejor modo y el más cierto,  
 irse a su condición como a un desierto;
 que tuvo esta hermosura  
 una madrastra en cada miradura.
 Valía la suegra lo que pesa,  
 y en otro tanto oro,  
 al decirla cualquiera: «Yo te adoro»  
 la respuesta que daba  
 con sólo las palabras arañaba,  
 en una razón suya (y no es exceso),  
 yo vi rallar un queso.  
 No supo más de amor que aquella peña;  
 ¡hideputa, qué arisca y zahareña!
 Si alguno, que la rinde su albedrío,  
 la dice: «Dueño mío,  
 pues llegué a ver tus ojos, fui felice»;  
 no dijera una sierpe lo que dice,
 respondiendo al que llega  
 como una labradora que es gallega.


 A este Nerón de nieve,  
 a esta suegra de rosa,  
 a esta cruda niña,  
 a esta hiel y vinagre con basquina,  
 a este tigre encarnado,  
 la vio un día, saliéndose hacia el prado,  
 Apolo, un jovenete  
 de estos de guedejita y de copete.
 Que, en vez de los cabellos, oro peina  
 pudiera ser querido de una reina;  
 mozo muy bien nacido,  
 de solar conocido,
 y que viene de buenos...  
 Mas ¿linajes ajenos  
 me pongo a averiguar? ¡Qué desvarío!  
 Y si hay quien quiera averiguar el mío,  
 ¿no me ha de dar enojo?


 Así como la vio, llenóle el ojo,  
 y de verla se arroba,  
 y quedósele el alma hecha una boba,  
 los ojos boquiabiertos;  
 que con ellos no chista.  
 Muy adrede la vista;  
 que le dejó aturdidos  
 con un zas de belleza los sentidos:  
 manos de admiraciones.  
 De Dominus vobiscum las acciones,  
 cargado sobre un pie, y el otro alzado  
 y puesto a lo de paso comenzado,  
 columpiándose el cuerpo con vaivenes,
 a lo de vas o vienes,  
 muy indeterminable de estatura,
 y puesta de opiniones la postura,  
 sobre si ha de llegarse o no llegarse.  


 Comenzó don Apolo a desbobarse;  
 y de tanta hermosura satisfecho,  
 dijo en su corazón: «Aquesto es hecho,  
 esta rara belleza
 será mi quebradero de cabeza.»  


 Íbasele acercando el mancebito,  
 haciendo con la boca un pucherito,  
 a medio declararse con la risa,  
 pronunciando jalea y canelones,  
 que pudieran beber con las razones;  
 el gesto con agrado  
 de los que llegan a pedir prestado;  
 zalamero el semblante,  
 como con su doctor un platicante;  
 y llegándose más a su presencia,  
 con la cara de oír de penitencia,  
 y el rostro tan indigno,  
 que parecía amante capuchino,  
 con retórica sabia,  
 que tenía el mozuelo buena labia,  
 comenzó el parlamento  
 con lo de «mi atrevido pensamiento».  


 Díjole: «Reina mía,  
 aquí tiene un esclavo vueseoría;
 que esa rara beldad me ha cautivado,  
 porque es la Barbarroja de este prado,  
 y con aquestos bríos  
 es vuesasted cosaria de albedríos.  
 Muerto me tiene ya su rostro hermoso,  
 porque es de cuando ve roso y belloso,  
 y a trueque que me mire (aquesto es cierto),  
 yo me doy por bien muerto.  
 Admita esta fineza;  
 que en mí tiene un criado esa belleza;  
 y ninguno más bien puede agradarle,
 porque tengo que darle;  
 y haré que vayan, si es que no se enoja,  
 por barquillos y aloja;  
 que tampoco de balde no la quiero,  
 yo quiero que me cueste mi dinero.
 Mi dinerillo es bien que me socorra,  
 no quiero amar de gorra,  
 que es estarme cansando,  
 y es amar ad Efesiosen no dando;  
 pues de que no se cogen hay certezas,  
 a bragas enjutas las bellezas;  
 y ahorrando razones,  
 callen las barbas y hablen los doblones.  


 «Quiérame vuesasted, no sea perdida;  
 que pasará una vida,
 si no es conmigo ingrata,  
 con más comodidad que una beata.  
 Y si no me tratare con desprecio,  
 pasaráse una vida como un necio.  
 Quiérame vuesasted, no sea avara  
 que también tengo yo muy buena cara.  
 Vuélvase cara mí, porque le cuadre,  
 no han aquí a su padre ni a su madre.»  


 Esto le dijo Apolo a espalda vuelta;  
 pero, ella resuelta,  
 revolviendo la cara con asombro,  
 y puesta de Agnus Dei por sobre el hombro,    
 cejando atrás la vista,  
 facinorosa de ojos y semblante,  
 miradura matante,  
 dijo, como si fuera un enemigo:  
 «Galán, ¿habla conmigo?  
 ¿De cuándo acá conmigo en esos puntos?  
 Diga, ¿en qué bodegón comimos juntos?,  
 ¿cómo me dice a mí esas picardías?,  
 ¿hame visto en algunas puterías?  
 ¿Miren con qué nos viene?  
 si por otra me tiene,  
 vaya a buscarla y diga su fineza,  
 y no me esté quebrando la cabeza,  
 ni con ese su amor me descalabre;  
 llame a otro amor, que aqueste no se abre.  
 Mire, no me amohíne,  
 y que soy no imagine  
 ninfa de por ahí ni de mal pelo;
 vaya a querer al horno de su abuelo.  
 ¿No hay más sino, perdiéndome el decoro,  
 éntrome acá, que adoro;  
 y venir estirándose de ceja,
 con sus once de amor, como de oveja?  
 ¡Oh que cosas donosas!,
 ¡amiguita soy yo de aquesas cosas!,  
 que vendrá por amor, y si me enfado,  
 volverá trasquilado;  
 miren con quién se toma,  
 señor Apolo, yo, horro Mahoma,  
 y no hay amor que tenga.»  


 Enfadábase Apolo de la arenga,  
 y viendo tan esquivo lo que adora,
 la dijo: «Hará, señora,  
 dejémonos de cuentos;  
 ¿de qué nos sirven tantos aspamientos?  
 Vuested me ha de querer, cuadre o no cuadre,  
 o mire en qué hora la parió su madre.  
 Dejarme de querer será cansera,  
 vueced me ha de querer, quiera o no quiera.  
 No con miquis aquesas zangas mangas,  
 haga un amor de haldas o de mangas,  
 y el amor, mi señora, en paz tengamos.  
 ¿Parece que jugamos?  
 ¡pues a fe, si me enojo!  
 ¡pues a fe, si la cojo!  
 que yo la haga querer a más de a paso.  
 Vamos, señora, al caso:  
 que usted no me conoce,  
 y por menos que eso, lo eche a doce;  
 que soy la piel del diablo.
 Diga, ¿empieza a quererme?, ¿con quién hablo?,  
 ¿somos aquí o no somos?,  
 ¡vive Cristo!, que trata de dar comos.»  


 Dafne le respondió, muy alentada:
 «Ya he dicho dos mil veces que me enfada;  
 y con todos sus fieros y su enfado,  
 no tendré más amor así que asado;  
 porque doncella soy y soy bonica.»


 Mas Apolo replica:  
 «Doncellear como querer es eso.
 Vaya a otro perro usted con ese hueso,
 mas no a mí, que las vendo.»  
 Y diciendo y haciendo,
 embistió por un lado.  
 Ella, viendo el negocio mal parado,
 las lio (como dicen los vulgares),  
 sin esperar a dares ni tomares;  
 pies puso en polvorosa,  
 y exhalación corrió de nieve y rosa.  


 Pesiatal, ¡que lindo verso he dicho!,  
 ¿es barro aquesta frase?,
 ya soy poeta de primera clase;  
 pues digo rosas y hablo primaveras,  
 que también hablo yo muy bien de veras,
 y hace muy mal quien algo no me alaba.  


 Iba la ninfa que se las pelaba,  
 y mil que entienden desto, y que la vieron,  
 unánimes dijeron:  
 «Como un caballo vuela»;  
 digo, que era una ninfa Valenzuela.  


 A puto el postre Apolo la seguía,  
 y a voces le decía:
 «Detente, fugitiva de mis ojos,  
 mira que vas descalza y hay abrojos,  
 y maltratando vas tus plantas tiernas,  
 y se te ven las piernas,  
 que son para doncella desacatos;
 toma, que aquí te traigo unos zapatos,  
 mas, ¡ay!, que a ser ingrata te resuelves,  
 pues a un toma no vuelves.  
 No eres mujer sin duda,  
 si un toma no te muda;  
 pues ¿quién con una manda  
 su dureza no ablanda?
 Que es el cátalo hecho en cualquier cosa,  
 ¿no es posible que, dándote, no quieras?  
 Unas enaguas te daré de veras,  
 con que salgas al prado de mañana,
 y en viéndote un poeta tan galana,  
 preguntará: ¿Quién es esta señora?»,  
 y él mismo se dirá: «Será la Aurora;  
 ¿quién había de ser cosa tan bella?  
 O es en chapines bajos una estrella?»  


 ¡Qué de cosas te pierdes!  
 Si me adoras, daráste lindos verdes,  
 y el mejor ha de ser que no te guarde,  
 dejárete salir mañana y tarde;  
 con esto no es posible que estés sorda.  
 Mucho holgara esta vez que fueras gorda
 por poder alcanzarte.  
 Mucho corres, pues no te alcanza un darte.  


 Detente, fugitiva,  
 tente, rosa con pies y nieve viva;  
 que eres, por lo veloz y por lo breve,  
 mala nueva de nieve,
 cobarde, de marfil o de azucena,  
 o corres con las zancas de una pena.  


 Mira que soy prudente, ninfa, tente;  
 y claro está, pues doy, que soy prudente.  
 ¿Cómo tan sorda estás a mis doblones?  
 ¿cómo tan sorda estás a mis razones?  
 Siendo yo tan discreto,  
 escúchame siquiera este soneto.  
 Ea, detente, ninfa de mi vida,  
 que tengo el alma por tu amor perdida.  
 No me dejes, ingrata e importuna,  
 siendo sol, a la luna;  
 siendo día, de noche;  
 mira que soy hermoso y tengo coche.  


 Coche le dijo apenas,  
 cuando, corriendo como Dafne iba,  
 volvió la cara, un poco compasiva,  
 y dijo sin pararse:
 «Pues no me paro a coche, no hay cansarse;  
 un imposible labra,  
 atrás no ha de volverse mi palabra,  
 y ha de cumplirse, si una vez lo dije,  
 aunque aquesto del coche es quien me aflige.  
 Mas aunque rabie y muera, tijeretas.»  


 Con esto apretó Apolo las soletas,  
 y pescóle el coleto, aunque no quiso.  
 Ya el so letor verá que aquí es preciso
 que Dafne diese aullidos,  
 mil voces y gemidos;  
 diolas, en fin, que se desgañitaba,
 mas yo no quiero darlas, si las daba.  
 Paso adelante y déjome de voces;
 que aunque estoy en la silva o en la selva,  
 no es justo que a dar voces me resuelva.  


 En fin, Dafne las daba,  
 y dada al diablo con Apolo estaba;
 y de enojo impaciente,  
 diole un bocado y apretóle el diente.  


 Escocióla el bocado, a lo que entiendo,  
 porque Apolo le dijo muy gruñendo:  
 «Suelta la disoluta,  
 valga el diablo la hija de la puta;  
 ¿ella sabe a quién muerde? ¿a quién enfada?  
 A fe que si le doy una puñada,  
 que yo le haga que de mí se acuerde.  
 ¡Pésia con la bellaca, y cómo muerde!»  
 Y al punto le replica la señora:  
 «Como no diga zas, déla en buen hora;  
 que no se me da un sastre de sus fieros.  
 ¿Piensa que trata aquí con sombrereros  
 o alguna gentecilla semejante?  
 Lindo escorrozo tiene el muy bergante.  
 Si es que intenta mi ofensa  
 porque me ve mujer, muy mal lo piensa.  
 Ráigansele del casco esos intentos,
 que me vuelvo laurel y no hay más cuentos.»  


 Pues dicho y hecho fue como lo dijo.  
 Sin que supiese Apolo  
 cómo ni cómo no se convertía,  
 que mil cruces de verla se hacía;  
 y viendo que la ninfa renegaba,  
 y para lo del siglo se acababa;  
 viéndola con los ojos laureados,  
 y de laurel los dientes traspillados,
 cuando estaba crüel, ingrata y fiera,  
 en el último vale de madera;  
 antes que diese con aullido ronco  
 la boqueada última de tronco,  
 y antes que diese el cuerpo transformado  
 al verde purgatorio de aquel prado,  
 con las voces muy flacas y en los huesos,  
 tono convaleciente y deslanguido,  
 a lo estar en ayunas el gemido,  
 tan metido en el centro,  
 que parece que hablaba desde adentro,  
 la dijo en aquel trance,  
 en vez de un «Dios te valga», este romance:  


         «¡Oh, qué verde necedad,  
        ingrata Dafne, cometes!  
        Disparate de la selva  
        será tu mudanza siempre.  


         «Ay, mozuela boquirrubia,
        y ¡qué perdida que eres!  
        ¿No sabes tú, cuitadilla,  
        lo que en tu hermosura pierdes?  


         «Mira que dineros valen  
        buena cara y años veinte,  
        y no quiero yo de renta  
        más raíces ni más muebles.  


         Aprende de tus vecinas
        hermosuras genoveses,  
        que haciendo trato su cara  
        dan chento por chento el trueque.  


         «¿Quién te mete en ser laurel?  
        no es mejor cuarenta veces  
        salirte al prado encarnada  
        que estarte en el prado verde.  


         «No hay sino vivir, y ser  
        apacible con las gentes,  
        y quédese lo severo  
        para un turco matasiete.  


         «Lo esquivo se usó antañazgo,  
        y se usaban los desdenes  
        cuando los cabellos rubios  
        eran gala en los copetes.  


         «¿Eres tú jurisconsulto
        que ser alcalde pretende,  
        y presenta por servicios
        la condición de una sierpe?  


         «Sea laurel quien gustare;  
        que no es justo que te empeñes
        en sazonar los pescados  
        ni engalanar escabeches.


         «En victorias de aceitunas  
        sólo a ser corona vienes;  
        gentecilla tan soez,  
        que en zapateros se vuelven.  


         «Dirásme, desvanecida,  
        que adornarás muchas frentes;  
        pero un cuerno hace lo mismo  
        en muchas honradas sienes.  


         Esto Apolo le decía,
        llorando de veinte en veinte  
        las estrellas como el puño;  
        y ella se estuvo en sus trece.


         Y viéndola ya laurel,  
        les dio a sus hojas crueles  
        bula de absolver de rayos  
        cuando los nublados truenen.  

Fabulas:


Dos hombres disputando acerca de los dioses


Se encontraban disputando dos hombres sobre cuál de los dioses, Hércules
o Teseo era el más grande.
Pero los dioses, irritados contra ellos, se vengaron cada uno en el país del 
otro.

Moraleja: Cuando los inferiores disputan sobre sus superiores, no tardarán éstos en reaccionar contra ellos.

Diógenes de viaje


Yendo de viaje, Diógenes el cínico llegó a la orilla de un río torrencial y se detuvo perplejo. Un hombre acostumbrado a hacer pasar a la gente el río, viéndole indeciso, se acercó a Diógenes, lo subió sobre sus hombros y lo pasó complaciente a la otra orilla.
Quedó allí Diógenes, reprochándose su pobreza que le impedía pagar a su bienhechor. Y estando pensando en ello advirtió que el hombre, viendo a otro viajero que tampoco podía pasar el río, fue a buscarlo y lo transportó igualmente. Entonces Diógenes se acercó al hombre y le dijo:
-No tengo que agradecerte ya tu servicio, pues veo que no lo haces por razonamiento, sino por manía.

Moraleja: Cuando servimos por igual a personas de buen agradecimiento, así como a personas desagradecidas, sin duda que nos calificarán, no como buena gente, sino como ingenuos o tontos. Pero no debemos desanimarnos por ello, tarde o temprano, el bien paga siempre con creces.

Diógenes y el calvo

Diógenes, el filósofo cínico, insultado por un hombre que era calvo, replicó:
- ¡Los dioses me libren de responderte con insultos! ¡Al contrario, alabo los cabellos que han abandonado ese cráneo pelado!

Moraleja: Si regalamos un insulto, no esperemos de regreso un regalo menor.


El cuervo y Hermes

Un cuervo que había caído en un cepo prometió a Apolo que le quemaría incienso si lo salvaba; pero una vez liberado de la trampa olvidó su promesa.
Capturado de nuevo en otro cepo, dejó a Apolo para dirigirse a Hermes, prometiéndole también un sacrificio. Mas el dios le dijo:
- ¿Cómo voy a creerte ahora, miserable, si ya engañaste y renegaste de tu primer señor?

Moraleja: Si por nuestra voluntad faltamos a nuestra primera promesa, no tendremos oportunidad de que nos crean una segunda.

   El camello y Zeus

Sentía el camello envidia por los cuernos del toro, y quiso obtener los suyos propios. Para esto fue a ver a Zeus, pidiéndole le regalara a él unos semejantes.
Pero Zeus, indignado de que no se contentara de su gran tamaño y fuerza, no sólo le negó el darle los cuernos, sino que además le cortó una parte de las orejas.

Moraleja: La envidia no es buena consejera. Cuando quieras mejorar en algo, hazlo con tu esfuerzo y por tu deseo de progresar, no porque tu vecino lo tenga.

Afrodita y la gata
Se había enamorado una gata de un hermoso joven, y rogó a Afrodita que la hiciera mujer. La diosa, compadecida de su deseo, la transformó en una bella doncella, y entonces el joven, prendado de ella, la invitó a su casa.
Estando ambos descansando en la alcoba nupcial, quiso saber Afrodita si al cambiar de ser a la gata había mudado también de carácter, por lo que soltó un ratón en el centro de la alcoba. Olvidándose la gata de su condición presente, se levantó del lecho y persiguió al ratón para comérselo. Entonces la diosa, indignada, la volvió a su original estado.
Moraleja: El cambio de estado de una persona, no la hace cambiar sus instintos.

El carretero y Hércules

En un atolladero

El carro se atascó de Juan Regaña; 
Él a nada se mueve ni se amaña, 
Pero jura muy bien: gran Carretero.
A Hércules invocó; y el dios le dice: 
«Aligera la carga; ceja un tanto;
Quita ahora ese canto;
¿Está?» «Sí, le responde, ya lo hice.» 
«Pues enarbola el látigo, y con eso 
Puedes ya caminar.» De esta manera, 
Arreando a la Mohina y la Roncera, 
Salió Juan con su carro del suceso.

Si haces lo que estuviere de tu parte 
Pide al cielo favor: ha de ayudarte.









Fábulas en verso castellano XI - El retrato de Jupiter:


Haciendo por Tetuán una jornada,
ocurriole a Mercurio la humorada
de conducir un mono a ver el cielo.
Cogiole, pues, al vuelo,
túvole allá una buena temporada,
y cuando al fin se le pasó el capricho,
puso otra vez en el nativo suelo
al venturoso trasplantado bicho.
En tropel acudieron sus iguales
a pedir al viajero
noticia de las cosas celestiales.
-Que nos retrate a Júpiter, (decían),
que a Júpiter describa, lo primero.
Tose el mono y empieza
la majestad pintando y la grandeza
de la suma deidad... No le entendían.
Habla después con religioso fuego
del amor y respeto que inspiraba...
Ninguno le escuchaba.
-Todo eso que nos dices
(interrumpió un tití), vendrá bien luego;
pero los circunstantes
quisieran más que refirieras antes
si tiene el dios azules las narices,
si es peludo, si es flaco,
si es de origen papión, o si es macaco,
si de patas con garbo se enarbola,
y hasta dónde se alcanza con la cola.
-Calla y no escandalices
(prorrumpió el orador): ¡habrá perverso!
¡Cola pone al señor del Universo!
El Júpiter que vi de rayo armado,
el poderoso numen que sentado
vi del Olimpo en el sublime trono,
en nada, en nada se parece al mono.
Ningún dios, grande o chico,
tiene un pelo de mono ni de mico.

Pero quien más no alcanza,
lo hace todo a su pobre semejanza.

6 nov 2012

Algo distinto:


Hola a todos,hoy os traigo un pequeño juego unido a un reto voluntario.
Aquí os dejo el enlace crea tu heroe.
Pues sí,eso es,os propongo crear un héroe basándoos en los personajes citados en el blog;elegid uno e intentad crearlo. Una vez hecho el personaje enviadlo a:
losojosdecristal@hotmail.com

El mejor será colgado en el blog. Suerte.

24 oct 2012

(Actualizado) Queridos lectores/as


Como todos sabéis,el día 31 se celebra HALLOWEEN.
Y hemos decidido hacer un concurso de historias de miedo (de igual el idioma en el que se presenten). Se elegirá una ganadora. Más adelante pondremos la dirección de correo a la que tenéis que enviarla. La ganadora y las que llegaron a semifinales se publicarán en el Blog.
Seguidnos en Twiter:
@marinabtr
@97inmortal

Enviad los relatos al correo:
losojosdecristal@hotmail.com

17 oct 2012

La disputa de los griegos y los romanos.


Ocurrió que los romanos    de leyes no disponían
y fueron a pedirlas    a los griegos,que tenían;
respondieron los griegos    que nos las merecían
ni las podrían entender,    pues que tan poco sabían;

pero que si las querían    para de ellas usar,
que antes deberían    con sus sabios disputar
para ver si las entendían    y las merecían llevar:
esta respuesta dieron    par quererse excusar.

Dijeron los romanos    que era de su agrado,
y para la disputa hicieron    un acuerdo firmado,
mas como no entenderían    un idioma desusado,
que debatirían con signos    y señas de letrado*.

Convinieron el día    en que habrían de contender;
los romanos,preocupados,    no sabían qué hacer
porque no eran letrados    ni sabrían entender
a los doctores griegos    y su mucho saber.

Estando en esta cuita*    dijo un ciudadano
que eligiesen a cualquiera,    a un bellaco* romano,
y que hiciese los signos    y señas con la mano
que Dios le mostrase;    y fue un consejo sano.

Hablaron con un villano    muy astuto y muy ardid*;
le dijeron: "Con los griegos    tenemos que debatir
y dialogar por señas;    lo que quieras pedir
nosotros te lo daremos: líbranos de esta lid''.

Le vistieron con ricos    paños de gran valía
como si fuese doctor    en filosofía;
subió al estrado* y dijo    con bravuconería:
''Que vengan a mí los griegos    con toda su porfía*''.

Vino entonces un griego,    doctor muy esmerado,
escogido entre los griegos    y por todos alabado,
se subió al otro estrado    -todo el pueblo juntado-,
y empezaron con las señas,    como habían pactado.

Se levantó el griego,    tranquilo,de su lugar,
mostró solo el dedo    que está junto al pulgar
y luego en su sitio    se volvió a sentar;
se levantó el bellaco,    brusco y con mal mirar,

y mostró tres dedos    hacia el griego extendidos,
el pulgar y otros dos    junto a él contenidos
a manera de arpón,    los otros encogidos;
se sentó luego el necio    mirando sus vestidos.

Se levantó el griego,    tendió la palma llana*
y luego se sentó    con su conciencia sana*;
se levantó el bellaco,    con fantasía vana,
y mostró el puño cerrado,    de porfía con gana*.

A todos los de Grecia    les dijo el sabio griego:
''Merecen los romanos    leyes,no se las niego''.
Se levantaron todos    en paz y en sosiego:
gran honra tuvo Roma    por un vil andariego*.

Preguntaron al griego    qué fue lo que dijera
por señas al romano,    y qué le respondiera:
''Yo le dije que hay    un Dios;él dijo que era
uno en tres personas,    y esa seña hiciera;

yo dije que era todo    según su voluntad,
dijo él que tiene el mundo    en su poder,y es verdad.
Cuando vi que entienden    y creen en la Trinidad
comprendí que merecían    de la ley seguridad''.

Preguntaron al bellaco    cómo fuera su antojo*:
''Dijo que con su dedo    me quebraría el ojo;
eso me enfadó mucho    y tomé gran enojo,
le respondí con saña,    con ira y con arrojo

que yo le rompería    ante todas las gentes
con dos dedos los ojos,    con el pulgar los dientes;
después de esto me dijo    que le parase mientes*,
que a golpes me pondría    los oído batientes.

Respondí que le daría    a él tan gran puñada*
que en toda su vida    la vería vengada.
Cuando vió la pelea    tan mal aparejada*,
dejó de amenazar    a quien no temía nada''.

Por eso dice el cuento    de la vieja atrevida:
''No hay mala palabra    si no es a mal tenida'';
verás que está bien dicha    si está bien entendida:
entiende bien mi libro    y tendrás mujer garrida.


-Letrado*:persona culta e instruida.
-Cuita*:preocupación.
-Bellaco*:persona de malas artes,pícaro.
-Ardid*:hábil,listo.
-Estrado*:tarima desde la que se habla en público.
-Porfía*:disputa.
-Llana*:abierta,extendida.
-Con su conciencia sana*:muy tranquilamente.
-De porfía con gana*:con gesto amenazante.
-Andariego*:vagabundo.
-Cómo fuera su antojo*:cuál había sido su interpretación.
-Qué le parase mientes*:que anduviese con cuidado.
-Puñada*:puñetazo.
-Mal aparejada*:que se le presentaba mal.

28 sept 2012

Libros



  • La última legión: Año 476. El Imperio Romano se desmorona y cada vez son más las incursiones bárbaras. Rómulo Augústulo (o Augusto), con trece años, es el nuevo emperador de Occidente. Tras ver con sus propios ojos cómo las tropas bárbaras aniquilaban a su familia, es apresado por Wulfila, un general germánico al servicio de Odoacro, y llevado a Capri junto con su preceptor, Meridio Ambrosino (o Myrdin Emreis, como le llaman en su tierra natal). Tres soldados de la destruida legión Nova Invicta: Aureliano Ambrosio, Rufio Vatreno y Cornelio Batiato, junto con Demetrio, Orosio y Livia Prisca, una joven que es la jefa de la expedición, intentarán rescatarles y ponerles a salvo en las lejanas y peligrosas tierras de Britania. Un recorrido a través de la Europa de finales del siglo V en el que continuamente son perseguidos por las tropas de Wulfila.Manfredi, Valerio Massimo
  • Africanus el hijo del consul: A finales del siglo III a. C., Roma se encontraba al borde de la destrucción total, a punto de ser aniquilada por los ejércitos cartagineses al mando de uno de los mejores estrategas militares de todos los tiempos: Aníbal. Su alianza con Filipo V de Macedonia, que pretendía la aniquilación de Roma como Estado y el repartodel mundo conocido entre las potencias de Cartago y Macedonia, constituía una fuerza imparable que, de haber conseguido sus objetivos, habría determinado para siempre el devenir de Occidente. Pero el azar y la fortuna intervinieron para que las cosas fueran de otro modo. Pocos años antes del estallido del más cruento conflicto bélico que se hubiera vivido en Roma, nació un niño que estaba destinado a cambiar el curso de la historia: Publio Cornelio Escipión. Posteguillo Gómez, Santiago.
  • La Traición de Roma: "He sido el hombre más poderoso del mundo, pero también el más traicionado". Así comienza Publio Cornelio Escipión sus memorias en La traición de Roma, donde Santiago Posteguillo nos narra el épico final de la vida de dos de los personajes más legendarios de la historia, Escipión y Aníbal. Los eternos enemigos se encuentran una vez más en la batalla de Magnesia, un episodio casi desconocido de la historia de occidente. Pero además de batallas, el autor nos cuenta lo que ha sido de los hijos de Escipión; de sus enemigos, Marco Porcio Catón y de su aliado Graco; de la esclava Netikerty; de la prostituta Areté; de su fiel aliado Lelio; de Antíoco III, el rey de Siria; del ya anciano dramaturgo Plauto, que se pasea por las calles de Roma, y también de la mujer de Escipión, Emilia Tercia, digna hasta el final en medio de la mayor de las hecatombes públicas y privadas. Posteguillo Gómez, Santiago.
  • Las legiones malditas: Publio Cornelio Escipión, conocido por el apodo de Africanus, era considerado por muchos el heredero de las cualidades militares atribuidas a su padre y a su tío. Pero de ellos no sólo había recibido estos magníficos atributos, sino también algunos enemigos, entre otros Asdrúbal, el hermano de Aníbal, y el general púnico Giscón, quienes harían lo posible por acabar con su enemigo y masacrar sus ejércitos. Los enemigos también acechaban en Roma, donde el senador Quinto Fabio Máximo, en una jugada maestra, obliga a Escipión a aceptar la demencial tarea de liderar las legiones V y VI que permanecían desde hacía tiempo olvidadas en Sicilia. Así, según creía el senador, lograría deshacerse del último de los Escipiones. Pero otro era el destino de las legiones malditas que, de la mano de Africanus, lograrían cambiar un capítulo de la historia. Posteguillo Gómez, Santiago.
  • Las puertas de Roma:Las puertas de Roma es una brillante mezcla de aventuras e historia con la capital imperial como telón de fondo de la juventud de Julio César. La magnífica primera entrega de un relato épico de ambición y rivalidad, de lealtad, arrojo y traición. Iggulden, Conn
  • Asesinos del emperador:Santiago Posteguillo publica con Editorial Planeta su nueva novela, un relato impactante, descomunal, que traslada al lector a la Roma imperial de los Césares. En la tempestuosa Roma del siglo I d.C. los atemorizados ciudadanos intentan sobrevivir al reinado de Domiciano, un emperador dispuesto siempre a condenar a muerte a cualquiera que pudiera hacerle sombra. En este ambiente turbulento se fragua una conspiración para asesinarlo. La conjura es complicada de trazar y muy peligrosa para todos los implicados, entre los que se encuentran Trajano y Domicia, la emperatriz, pieza clave en esta conspiración. Las mayores difi cultades estriban en burlar la guardia pretoriana. Pero un grupo de gladiadores sin nada que perder, serán los encargados de encontrar la fisura. Bienvenidos al mundo de Marco Ulpio Trajano, el primer emperador hispano de la Historia. Posteguillo Gómez, Santiago.

Dafne


Ninfa, hija del río Peneo, que perseguida por Apolo, fue protegida por su madre, la tierra, que la trasformó en un laurel. El dios ciño sus sienes con una rama de este árbol, que fue desde entonces su planta preferida.

Dafne nombre mitológico de una ninfa, protagonista de un desgraciado amor con Apolo, huyendo del cual quedó convertida en un árbol de laurel.

En la mitología griega Dafne era una dríade (ninfa de los árboles), hija del dios río Ladón de Arcadia con Gea o del dios río Peneo de Tesalia con Creúsa, una ninfa de las aguas que además era sacerdotisa de Gea.
Dafne fue perseguida por Apolo, a quien Cupido había disparado una flecha dorada para que se enamorase de ella, pues estaba celoso porque Apolo había bromeado sobre sus habilidades como arquero, y también afirmaba que el canto de éste le molestaba. Dafne huyó de Apolo porque Eros le había disparado a su vez una flecha con punta de plomo, que provocaba desprecio y desdén. Durante la persecución, Dafne imploró ayuda al dios del río Peneo (padre de Dafne), quien la transformó en laurel, árbol que desde ese momento se convirtió en sagrado para Apolo.

21 sept 2012

Crono

Mitología Griega

Dios supremo, hijo de Urano (el Cielo), a quien expulsó del trono, y de Gea (la Tierra). De Rea tuvo a Zeus, que le arrebató a su vez el mando. Entre sus hijos se cuentan Vesta o Hesta, Deméter, Hera, Hades y Poseidón.
Su historia comienza cuando Urano,su padre,se gaó la enemistad de su madre Gea que reunió a todos sus hijos y al que estubiese dispuesto a derrocar a su padre le entregaría una hoz de pedernal* para que le tendiese una emboscada. Solo Crono estuvo dispuesto.
Cuando Urano se encontró con Gea,Crono lo castró con la hoz. De la sangre (o, según algunas pocas fuentes, del semen) que salpicó en la Tierra surgieron los Gigantes, las Erinias y las Melias. Crono arrojó al mar la hoz (que dio origen a la isla de Corfú) y los genitales amputados de Urano. A su alrededor surgió del miembro una espuma de la que emergió Afrodita.17 Por esto, Urano juró venganza y llamó a sus hijos titenes (según Hesíodo ‘los que abusan’, la fuente del nombre «Titán», pero esta etimología está discutida) por exceder sus límites y osar cometer tal acto.
Tras derrotar a Urano, Crono volvió a encerrar en el Tártaro a los Hecatónquiros y los Cíclopes, a quienes temía, y los dejó bajo la custodia de la monstruosa carcelera Campe. Subió al trono junto a su hermana Rea como reyes de los dioses. Esta época del reinado de Crono se denominó la edad dorada, pues la gente de entonces no necesitaba leyes ni reglas: todos hacían lo correcto y no existía la inmoralidad.

Crono supo de Gea y Urano que estaba destinado a ser derrocado por uno de sus propios hijos, como él había derrotado a su padre. Por ello, aunque fue padre con Rea de los dioses DeméterHeraHadesHestia y Poseidón, se los tragaba tan pronto como nacían. Cuando Rea iba a tener a su sexto hijo Zeus,pidió ayuda a Gea. Ambas escondieron a Zeus en una cueva del monte Ida en Creta. Según algunas versiones de la historia, Zeus fue criado por una cabra llamada Amaltea, mientras una compañía de Curetes o Coribantes, bailarines armados, gritaban y daban palmadas para hacer ruido y que así Crono no oyese los llantos del niño. En otras versiones Zeus era criado por una ninfa llamada Adamantea, que lo escondía colgándolo con una cuerda de un árbol, de forma que quedara suspendido entre la tierra, el mar y el cielo (sobre los que gobernaba su padre, Crono). Incluso en otras versiones, Zeus era criado por su abuela Gea; por una ninfa llamada Cinosura, a quien en agradecimiento Zeus subió entre las estrellas tras su muerte; o por Melisa, quien lo alimentó con leche de cabra. Rea le dió a Crono una piedra enuelta por pañales,de modo que no se dió cuenta.

Cuando hubo crecido, Zeus usó un veneno que le dio Gea para obligar a Crono a regurgitar el contenido de su estómago en orden inverso: primero la piedra, que se la dejó a Pitón bajo las cañadas del Parnaso como señal a los hombres mortales, y después al resto de sus hermanos.
Tras liberar a sus hermanos, Zeus liberó del Tártaro a los Hecatónquiros y los Cíclopes, quienes forjaron para él sus rayos, el tridente para Poseidón y el casco de oscuridad para Hades. En una gran guerra llamada la Titanomaquia, Zeus y sus hermanos y hermanas derrocaron con la ayuda de los Hecatónquiros y los Cíclopes a Crono y a los otros Titanes. Tras esto, muchos de ellos fueron encerrados en el Tártaro, si bien otros no (como Crono, Epimeteo, Menecio, Océano y Prometeo). Gea engendró al monstruo Tifón para vengar a los encarcelados Titanes, pero Zeus terminaría venciéndolo.

Mitología Romana


Mientras los griegos consideraban a Crono una fuerza cruel y tempestuosa de caos y desorden, creyendo que los dioses olímpicos habían traído una época de paz y orden al arrebatar el poder a los groseros y maliciosos Titanes, los romanos adoptaron una visión más positiva e inocua de esta deidad, al refundirla con su dios indígena Saturno. Consecuentemente, mientras los griegos consideraban a Crono una mera etapa intermedia entre Urano y Zeus, fue un aspecto mucho más importante de la mitología y religión romanas: la Saturnalia fue una fiesta celebrada en su honor, y existió al menos un templo a él dedicado ya en la antigua monarquía romana.
Su asociación con la edad dorada terminó haciendo que se convirtiera en el dios del «tiempo humano», es decir, los calendarios, las estaciones y las cosechas (aunque no debe ser confundido con Chronos, la personificación sin relación alguna del tiempo en general, como sucedió con frecuencia entre los investigadores alejandrinos y durante el Renacimiento). Como resultado de la importancia de Crono para los romanos, su variante romana, Saturno, ha tenido una gran influencia en la cultura occidental. El séptimo día de la semana judeocristiana se llamaba en latín Dies Saturni (‘Día de Saturno’), en lo que supone la fuente del nombre de este día en idiomas como el inglés (Saturday). En astronomía, el planeta Saturno recibe su nombre del dios romano, siendo el más externo de los objetos celestes visibles sin ayuda.